Cada microbiota se forma gradualmente desde el nacimiento, a través del contacto con los gérmenes maternos y ambientales.
Importancia del nacimiento: por cesárea, el niño nace estéril y se coloniza con los gérmenes del entorno, por vía natural, se coloniza con la microbiota vaginal de su madre (de ahí la importancia de la calidad de la microbiota vaginal durante el embarazo).
Bajo la influencia de la diversificación alimentaria, la genética, el nivel de higiene, los tratamientos médicos y el entorno, su composición evoluciona cuantitativa y cualitativamente durante los primeros años de vida, antes de estabilizarse en torno a los 4 años.
Este frágil equilibrio puede verse alterado por diversos factores a lo largo de nuestra vida. El estrés, las enfermedades, las infecciones víricas, bacterianas o parasitarias, los tratamientos farmacológicos (antibióticos, IBP y anticonceptivos orales, en particular), los cambios en la alimentación, etc. La microbiota no es un conjunto de microbios independientes, sino un sistema estructurado con numerosas interrelaciones lógicas.
El exceso de gérmenes patógenos o el déficit de gérmenes beneficiosos, la restricción de la biodiversidad o la reducción del número de genes microbianos apuntan a una DISBIOSIS. Podemos decir que la disbiosis es una ruptura de la simbiosis microbiota-huésped.
Numerosos estudios demuestran la relación entre la disbiosis y numerosas enfermedades inflamatorias e inmunitarias.